julio 08, 2022

Hablar de la cárcel, sin justificación.

 HABLAR DE LA CÁRCEL, SIN JUSTIFICACIÓN.

 

Parece que, en México, el tema de la prisión es ultrasensible para esta sociedad que, a decir verdad, no vive (vivimos) muy distinto de los que están privadas de su libertad .
 
Trataré de explicarme dando un poco de contexto. 
 
En agosto del 2021 tuve la oportunidad de colaborar, como parte de mis prácticas y servicio social, con una de las organizaciones que trabajan con personas privadas de su libertad., niñez que viven con sus madres dentro de prisión, adolescentes y adultos hombres, mujeres y comunidad LGBT, desde mi preparación como psicóloga clínica forense, aunque como todo, terminamos haciendo un poco de todo con el fin de lograr la formalización del trámite de título y cédula profesional.

 

Después del periodo requerido me pidieron quedarme a “apoyar” pues no había más solicitantes para realizar ahí su servicio, otros no estaban autorizados todavía en “ciertos oficios” para acceder a los centros, y otros no estaban destinados etc.   Yo feliz de permanecer pues a esto me quiero dedicar el resto de mi vida, aunque a finales de junio tuve que despedirme por necesidad de ingresos y me lance a la aventura de buscar empleo.

 

 
Cuando entré por primera vez al centro de internamiento para adolescentes en el Estado de México, mi impresión visual fue “no está tan mal” pues vi un lugar con áreas verdes, limpio y aparentemente ordenado, sin embargo esto es un requisito de la CNDH para poder otorgar una calificación y un lugar aceptables en el ranking penitenciario y lo que ello implica.

  Lo importante es y fue el trato y la convivencia con los adolescentes hombres y mujeres en este y otros centros de internamiento, así como en el Centro Varonil de Reinserción Social (CEVARESO) de Santa Martha., el cual también es un modelo de centro de reinserción, en el cual a través de las entrevistas indirectas o pláticas con los adultos jóvenes que se encuentran privados de su libertad en este centro, dejaron ver que el “modus operandi” no es muy distinto del manejo de la ciudad de México o cualquier capital del interior de la República, con respecto a los “castigos” por parte de aquellos que tienen “poder” (custodios que fingen no ver o no enterarse)  las extorsiones a los nuevos por las mismas personas privadas de su libertad que tienen más tiempo, la discriminación y abuso de poder entre pares.       El nivel de estrés que todo esto fácilmente empeora y desestabiliza cualquier estado mental y emocional empobrecido por los distintos contextos e historias de cada una, la falta de ropa uniforme, comida, comunicación que, ni cómo conseguirlos, sobre todo en esos primeros días. 

 

Todas estas violencias las sufrimos también en libertad y que quede claro, ni todos los que estamos en libertad somos “buenas” personas, ni todos los que están privados de ella son “malas” personas.
 
Calificar a alguien como “buena” o “mala” por lo que hizo o dijo, por como se ve o por como viste, es una conducta diaria en las calles y en las redes sociales, la diferencia con las personas privadas de su libertad es que viven un proceso judicial que juzga legalmente aquello de lo que se les acusa, muchas veces sin fundamentos, pues el abuso de autoridad parece que es parte de los procedimientos policiacos y no hay porque no hablar de esto o de hablarlo “suavecito”.

Cualquiera, cualquier día podemos estar “tras las rejas” por el delito que a alguien con poder se le ocurra porque le viste o hablaste feo, porque no le diste dinero o porque sí.


  Esto es algo que todas sabemos, muchas personas hemos sido víctimas de estas extorsiones y abusos de poder, muchas salimos y muchas otras están privadas de su libertad porque no lo lograron., otras personas no tuvieron oportunidad y/o capacidad de negarse a delinquir, en su mayoría adolescentes, muchos de los niños, 14 a 17 años, con los que trabajé talleres de salud mental, compartieron tanto sus experiencias y algunos hechos de sus historias de vida, los cuales pueden ser tan impactantes que solo invitan a la reflexión y comprensión de esa popular frase “no hay de otra” porque sabemos que, ni las oportunidades ni los derechos humanos son para todas las personas., esta es la realidad de la que no queremos hablar.



 



 

Las mujeres con pocas oportunidades porque son víctimas del machismo y las violencias institucionales, vicarias y de todo tipo, incluso por otras mujeres o miembros de sus familias, los hombres que viven en condición de calle que posiblemente delinquen tanto para sobrevivir de un ataque como para alimentarse, las y los jóvenes que son secuestrados física y mentalmente por el crimen organizado prometiendo aquello que ellos más necesitan, el dinero par una mejor vida, todas las personas que no tuvieron oportunidad, educación o conocimiento en si de poder hacer algo más que arrebatar lo ajeno, tantos etcéteras., pero… No son estas personas las únicas que viven la cárcel.

 

El dolor de la prisión la viven las personas que son familiares y amistades que quedan pendientes de ellas y ellos, personas que no viven cerca de los centros de internamiento y que tampoco tienen dinero para trasladarse frecuentemente para visitarles y mucho menos para pagar una posible reparación del daño o un abogado que peleé por justicia.

 


Esto sumado al estigma social que recae en las familias y en las mismas personas que siendo culpables o no, se convierten en objeto de señalamiento social, etiquetarles es uno de los peores errores que cometemos con todas las personas, con las que estamos en libertad y con las que no.

 

 

Es momento de hablar de la cárcel, así, sin justificación.  

Porque sin justificación ocurren las injusticias.


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